miércoles, 24 de agosto de 2016

Mi gran parte de mí

Y te vas y ya no hay nada más. Ni meriendas, ni historias antes de dormir, ni veranos, ni leche condensada. Te marchas y ya no hay cucharas en los caquis, ni corazones de sandía, ni geranios ni claveles. Te alejas y ya no hay navidad, ni belenes, ya no hay delantales ni canarios en las jaulas de la pared. Te vas y ya no hay canciones de infancia ni juegos de cartas, ya no hay bingos, ni sillones balanceándose, no hay gatos maullando, ni perros durmiendo. Te marchas y ya no hay coplas, ni canciones de antaño, ni historias de guerra, ni recuerdos en blanco y negro. Te alejas y ya no hay fin de semanas en el pueblo, ni charlas con la cabeza sobre la barriga, no hay buena comida, ni dulces y bombones, no hay exceso de compra, ni frases del sur, ni dichos de abuela. Te marchaste, te alejaste y te fuiste y no me diste tiempo a despedirme de ti, te llevaste la mitad de mí, o tal vez a mí entera. Decidiste irte y me quedaron tantas cosas por decir y abrazos por repartirte. Abuela.

miércoles, 11 de julio de 2012

Implosión.

           En la televisión no se hacía otra cosa que hablar sobre la noticia. Las calles se volvieron cementerios por unas horas donde el sol solitario amenzaba incesante el asfalto. En las casas ya no olía a estofado, pasta o paella, ya no se oían latas abriéndose, sillas arrastrándose o puertas chirriando. Ni un solo suspiro, ni un solo parpadeo, ni el susurro de una uña rascanda la piel. Nada. Sólo el eco de la voz de la presentadora del noticiario revotando en cada pared, en cada cristal, en cada paladar de cada persona que quedaba boquiabierta ante aquella noticia: Es el fin -decían los altavoces de la televisión- al finalizar el verano, justo el 31 de agosto el sol implosionará absorviendo así cualquier tipo de energía cercana, para después acabar entre fuego y destrucción...
         Ella siguió dibujando, escuchaba Yann Tiersen en sus auriculares y claramente de fondo el noticiario, pero no le sorprendía, no se iba a alarmar... no había porqué.

         Cayó su pincel tan rápido como pudo acabar de leer el títular de la noticia: " El sol va a implosionar. Ha llegado el fin del mundo". Sonrió y sabía muy bien porqué. No le atemorizaba para nada, siguió pintando, sabía que pasaría, debía hacerlo, era la hora, ya tocaba.
Aún sabiendo que nada de lo que hiciera tendría su eco en la eternidad ya que esta no existiría, se dispuso a preparar sus maquinas, sus tintas, sus agujas, sus bocetos, colores y cables. Minuciosamente lo guardó todo y preparó el equipaje, en poco más de veiticuatro horas debía estar a casi cuatrocientos kilómetros de su casa, en una convención de tatuadores.

          La convención de tatuadores era este mismo fin de semana, y aunque ahora un tatuaje tenía una vida de poco más de dos meses era su  cumpleaños y veitidos años no se cumplen todos los días y mucho menos ahora que el sol... Así que preparó ideas en un cuaderno sobre lo que se quería tatuar, aunque ninguún dibujo de convencía decidío llevársela a la convención.
La gente empujaba como si el fin del mundo fuese exactamente ese veitiuno de junio, atosigaban, gritaban y maldecían a quién le iba delante en las colas para perforarse o para ver los bocetos de muestra de los artistas.

          No levantó la vista de sus bocetos, nada le llamaba la atención, no había visto detenidamente ninguno que allí le ofrecían pero sabía que no eran los elegidos. Justo cuando iba por el sexto de sus bocetos: un ovni verde iluminando un faro a la orilla del mar, fijó su mirada en el suelo y vió una pegatina de un ovni muy parecido al suyo, tra ese ovni otro y tras ese otro otro... así un sendero de ovnis que sin levantar la mirada de ellos le llevaron hasta una alfombra negra. Levantó la mirada y vió decenas de bocetos colgados por todas partes y al fondo un chico de aspecto misterioro, duro y sexy que se giró a observarla nada más ella puso un pie en aquella alfombra. Cuando cruzaron las miradas la convención quedó vacía, ni gente, ni música hardcore, ni maquinas, ni olor a sangre, alcohol y tinta, ni quejas... ni luz más allá que en esa alfombra. Tal vez acababa de implosionar todo, tal vez sus miradas al encontrarse eran las culpables de ello... del fin del mundo como decía el noticiario...
De repente él se giró rapidamente, arrancó la hoja donde boceteaba y comenzó un nuevo diseño. Volvió el ruido y ella fue admirando poco a poco, como adorando, cada uno de los bocetos colgados allí, cada vez más cerca del artista. Estaba decidida a que fuera él quién hiciera algo eterno en su piel, justo cuando iba a saludarle, presentarse y enseñarle alguno de sus bocetos, él se dió la vuelta y le dijo:
- ¿Quieres ser mi lienzo y que juntos ganemos el primer premio? -Ella sólo pudo sonreir y afirmar con la cabeza. Él acarició su barbilla con un gesto cariñoso y le dijo:
- ¿Quieres saber con qué ganaremos? -Ella negó y sonrio de nuevo.
" Señoras y señores, en cinco minutos tendrá comienzo el cuarto concurso al mejor tatuaje en el escenario central".
  Él la cogió de la mano y se la llevó rápidamente, llevando en la otra mano su gran y pesada maleta de tatuador. Ella, entre el gentío no podía hacer más que mirar aquel tatuado brazo que parecía contar mil historias a pesar de ese silencio de mudo.

            La puso sobre la camilla, preparó todo lo necesario y le desabrochó lentamente la camisa mirándola a los ojos -el sol volvió a implosionar- ante la atenta mirada de todo el público.
Siete tatuadores se presentaban a concurso pero ella sentí que él era el mejor, el ganador.
Nunca nadie había tocado su piel con esa atención, ese cuidado y esa delicadeza. Después de tres horas y media finalizó y ofreció con un gesto de cortesía al lienzo humano que se observara en un gran espejo de pie que había a pocos pasos. Se levantó aún con la camisa sin abrochar y tapando sus pechos se dirigió al espejo... el rostro del público era aterrador a la ver que maravillado, cosa que agradaba a ella tanto como a él. Se puso frente al espejo y un escalofrío cayó por su nuca hasta sus muslos... Tenía la implosión del sol, el fin del mundo en su pecho, entre su gasganta y sus estómago, sobre su corazón. Un cúmulo de estrellas blancas arremolinándose en un cielo negro al rededor de un sol roto, quebrado y rojizo. Estaba tan asombrada que apenas pudo hacer más que regalarle una brillante mirada y una sonrisa, a lo que él contestó de la misma manera. Una mano agarró el brazo de ella y la hizo bajar de allí. Aquella sería la última vez que vería a su artista en mucho, mucho tiempo.

             El tatuaje se curaba correctamente y se cicatrizaba sin esperar a que el recuerdo de esas manos misteriosas en su piel se desvaneciese.



jueves, 31 de mayo de 2012

Descolorida.



       Siempre le decían que parecía una pequeña guerrera, siempre a la defensiva, siempre atacando, siempre preparada para maniobrar, siempre evadiéndose de la realidad. Le dijeron que siempre se iba entre las ramas, que parecía vivir entre árboles alejada de toda cruda realidad, encerrada en su coraza, bajo su casco de combate y sus pájaros, pájaros en su cabeza, que sólo hacían que revolotear y distraer su mente escurridiza. Le decían una y otra vez que a pesar de ser una adulta, de fumar cigarrillos y salir de madrugada parecía una niña, una cria maleducada y apática. Una niñata que parecía no importarle lo que a su alrededor ocurriese, los gritos que se oyeran, las sirenas de ambulancias que sonaran o las malas miradas entre la gente. Siempre le decían que bajara ya de las nubes, que dejase tranquilo el sol, que ella nunca sería una estrella ni brillaría como el solitario rey. Le decían que se la imaginaban pintarrajeando su rostro mientras silbaba alguna melodía infantil y ridícula. Le decían que era una dejada, una descuidada, una indolente. Le repitieron una y otra vez que a su mundo no le pertenecían tantos colores, tantas luces, tanta vida. Le dijeron que debía bajar a la realidad, abandonar su casco, dejar de escuchar sus pájaros y limpiar su hedienda y mugrienta ropa, poner los pies en la tierra y avandonar el sol, al cual ella no pertenecía.
         Le decían y le decían, tantas y tantas veces... que acabó creyéndolo y se regaló al mundo, a la "realidad".
Abandonó su casco y dentro de él las ramas y pajaritos que anidaban su cabeza. Borró el sol de su piel y limpió su forma de verse. Para la gente, para la multitud, para el rebaño, para lo normal, aburrido y gris, ella, ahora, era una más, una oveja que seguía a sus compañeras, que no destacaba, comía, trabajaba y dormía como todas las demás.
Todo esto le llevó a enamorarse, a sufrir, a sonreir, a llorar, a disgustarse, a reir, a maldecir, odiar y repugnar. La balanza se sobrecargaba en lo negativo y carecía en lo positivo. Y un día, después de poner patas arriba lo que hasta entonces le habían inculcado que debía ser su hogar (o almenos un hogar), furiosa con las horas, el tiempo, la desdicha, la ruina, el malestar, el egoismo, la penumbra y la preocupación, encontró por casualidad su libertad. Escondido un nido de gorriones dentro de un casco le hicieron pensar. Con aquellas ramas, dos cordones y camisetas viejas habían creado lo que sí realmente era un hogar.
           Ella no pensó más y esta vez, pero de verdad, se puso su casco militar, ató las ramas en él, se vistió comodamente, pintó su rostro y anidó su cabeza de nuevo, está vez para no cambiar jamás.

Dicen que camina por ahí sin saber muy bien a dónde va, que no da explicaciones, no cruza palabra alguna con nadie y no deja de silbar. Dicen que vuelve a ser la que era pero ahora ya, desgastada de tanto machaque, sin brillar.




domingo, 29 de abril de 2012

Crónica de una asesina del amor. 3º


Por fin lo dejaste casi claro. Creo que incluso chillaste, un poco, al menos pude entenderlo casi del todo. Pude entenderte aunque no comprenderte...

DÍA 3.

Las discusiones se han calmado, han muerto. Ya no hay gritos, ni golpes, ni portazos. Ya no hay llantos, lágrimas ni uñas siendo mordisqueadas. Ya no hay nerviosismo, ira, decepción. Ya no hay rabia, corazones acelerados ni arrepentimiento. Ya no hay nada. 
Paz. Y mi sonrisa. Mi sonrisa complaciente, como después de un buen orgasmo, como después de un buen descanso o como después del amargo pero excitante chocolate deslizándose y desaciéndose en mi boca.

Ya no quedan fases que explicar ni momentos que recordar. Pasamos de un simple beso a horas de pasión y sexo sin miedo. Pasamos de 0 a 100 en tan poco tiempo que casi se me juntaban uno tras otro los orgasmos y ya sabes, muy bien además, que la velocidad a mí me estimula demasiado, pero aún así... (te) has corrido, diría que de más.

Y sí, te volviste a equivocar pero esta vez no esperé, pensaba que después de esto volverías como nuevo, pero que ingénua, que enferma, que desequilibrada. Un cuerpo inerte, un cuerpo vacío de latir, sin alma ni calor no puedo volver mejor, ni mejor ni peor, por que no vuelve. Jamás.

Y aquí te tengo en mi bañera sin respiración, sin parpadeos ni estornudos, sin aire que entre y salga de tu nariz, sin suspiros que den vida a tu boca, sin tics nerviosos, sin manías... sin TI.
No sé ni que decir ahora, aunque lo mismo da, ya no vas a escuchar. Hasta ahora me intentas enervar haciéndote el sordo, bueno, ahora es como si lo fueras por que ahí dentro, de ti, no hay nada que pueda pensar, analizar y comprender. No queda nada vivo. Más o menos como siempre.

El tatuaje me pica más y más a cada mancha de sangre que intento limpiar. Tú no dices nada, duermes ya sin vida en mi bañera, esperando un nuevo destino, un nuevo lugar para yacer sin más, para permanecer hasta que tu cuerpo desaparezca en el olvido, hasta que desaparezca del estómago de todos los gusanos que se alimentarán de ti, a no ser que mueran en el mismo instante de probar tu cuerpo, que para mí ya lo fue, pero lo seguirá siendo: puro veneno.

Llevo la música a toda hostia, tus golpes contra las paredes del maletero no me dejan pensar con claridad. Quiero llevarte lejos y a la vez no quiero despegarme de ti. (¡Maldito veneno!)

La carretera abre el cielo que lloraba esta noche tal vez tu perdida física de este mundo, o tal vez la mía mental. Las nubes se dejan penetrar por el sol y poco a poco se corren, lejos, dejándo a mis ojos observar el momento de éxtasis cumbre, el momento de máxima corrida de los rayos de sol que rebotan en los cristales del vehículo.

Sonrío, por que ya...¿qué más da? No queda nada más que hacer y sonreir parece fácil desde que tú no estás cerca, desde que no estais ninguno...
Sonrío y canto alto, tan alto que a la segunda canción ya estoy afónica.

"...tu vida era la voz y ahora yo me la quito como si de una ceremonia se tratase recordando lo bonito que era vivir hasta que te escuché por primera vez..."

Ahora no hay vuelta atrás, esto ha acabado. 
Muerto el perro se acabó la rabia.

miércoles, 11 de abril de 2012

Crónica de una asesina del amor. 2º


Hablaste más claro, pero no lo suficiente. Tu tartamudeo y tu forma de balbucear no me dejaron entenderte del todo...

Día 2.

Es cierto, sí, yo empecé levantando la voz y tú continuaste. Pero es que lo odio, odio que lo hagas, odio que me grites o que no, odio que estés demasiado o que desaparezcas en el silencio de repente.
Te odio, o no.
Sí, es cierto, joder, ¡sí! Yo quería más de lo que tú deseabas, o daba más de lo que necesitabas o requería más de lo que tú estabas dispuesto a ofrecerme, lo sé.
Sé que yo era el más y tú el menos.
¿Y qué pretendías? ¿A dónde querías llegar?

Pero empecemos por el principio de esta fase:
Caricias.

Solo quise caricias de esas que empiezan con pieles distintas y acaban mezclándose tanto, saboreándose tanto que no distingues tu piel de la del otro. Quería de esas que te ponen la piel de gallina, que te obligan a punta de pistola casi, a cerrar los ojos y suspirar, a veces tan fuerte, que casi puedes oir romperse alguna que otra costilla.
Sólo quería eso... demasiado para ti, idiota de balbuceos y frases inacabadas.


Y recuerdo como si hace unos minutos lo hubiese hecho, acercarme a tu oído y susurrarte entre lágrimas, temiendo que eso fuese lo último que escuchases, o alregrándome de ello:

"Te volverás a equivocar, lo sé, lo harás, por que has nacido para
ello. Yo te esperaré, siempre, lo sé, por que he nacido para ello.
Para ti."

Recuerdo como se cerraban tus ojos poco a poco, como atardeciendo,
mientras, dentro de mí, una asesina estaba creciendo.
Esa misma noche tatué, para no olvidar jamás en lo que me había
convertido, para no olvidar jamás lo que era ahora, lo que estaba
aprendiendo a ser, lo que sería el resto de mis días, para no olvidar
nunca en lo que tú y otros tantos balbuceadores tartamudos me
habíais transformado, en mi piel...:

"Asesina de sentimientos en mi tiempo libre, creadora de ellos por oficio".

Después lloré, no puedes imaginar cuanto,
ya no pudiste oir cuanto, ya no pudiste oir nada.

domingo, 25 de marzo de 2012

Crónica de una asesina del amor.


Antes de todo asegúrate de que me lo estás diciendo en un idioma que conozco, asegúrate de decirlo con claridad, si no es así...


Día 1.

Todo empezó por su culpa, joder. Yo no quería, yo quería querer, ¡já! que irónico, ¿no?
Querer... En fin, no era mi intención, mi idea era el amor, el amor a pelo, el amor sin preservativo, SIN MIEDO, sin prejuicios, sin ciudado, así sin más, el amor con todas sus letras,
sin escasear en su pronunciación, sin titubeos, sin abreviaciones, sin antibióticos.
Amor en estado puro.
Pero él...
Primero él, y luego el otro él.


Empecemos por el principio, por el comienzo de la transformación de amante a asesina. Empecemos por como cambie las ganas de besarle el pecho a la necesidad de arrancarle el corazón de él.
Empecemos por el principio: sensaciones.

Y es que en el estómago no me dejaban ni dormir, sentía una necesidad de una caricia, de un beso, de una palabra, pero él, él era mudo, sordo, ciego y sobre todo, sobre todo era inexistente, no estaba, aunque lo pareciera... ¡maldito extraterrestre!

Era una angustia constante, un mal estar, y evidentemente o era amor o tenía gastroenteritis...

Creía que debía ser la sensación más incómoda del mundo, que debía combatirla o habituarme a ella.


(Que idiota, creer que esa sensación era la peor... que idiota, creer que nadie podría hacerme sentirla más fuerte.)

jueves, 8 de marzo de 2012

Ya no.

Y aquí estoy, casi 7 o 8, tal vez más, ya nosé.
Pero aquí estoy mucho tiempo después de convertirme en esto.
Aquí estoy y no estoy, ¿puedes verme?
Ya no...
Y se escapa de mí ese aire que tiempo atrás
jamás hubiera dejado escapar,
y se resvala por mi piel esos sentimientos
que hace muchos meses hubiera exprimido.
Y aquí estoy, o no...
Ya no.
No me busques, no me vas a encontrar,
ya no existo, me esfumé con aquel amanecer,
con aquellas tardes de domingo,
con las lágrimas que rozaron mi mejilla sin piedad.
Y aquí estoy, sin estar...
Ya no.
Intento alzarme, intento caminar,
intento volver a existir, y esta vez más fuerte que nunca.
Intento que los besos me sepan a fruta,
que los abrazos me huelan a mar,
intento que las voces suenen a melodía,
que las miradas sean de colores de verdad.
Y aquí estoy, no enserio, no estoy...
Ya no.

No grites más fuerte, no puedo oirte,
da igual lo que digas, lo que digan,
no puedo moverme, no pued salir,
no puedo volar, porque necesito demasiado espacio,
necesito deshacerme primero de mi alrededor,
de este modo poder abrir las alas y alejarme.
Pero de momento, no, no puedo,
estoy demasiado atada, demasiado angustiada,
soy demasiado débil, demasiado anti-yo.
Y aquí estoy, pero no...
Ya no.

Ya no.
Ya no.
Ya no.
Tal vez ya nunca.