domingo, 29 de abril de 2012

Crónica de una asesina del amor. 3º


Por fin lo dejaste casi claro. Creo que incluso chillaste, un poco, al menos pude entenderlo casi del todo. Pude entenderte aunque no comprenderte...

DÍA 3.

Las discusiones se han calmado, han muerto. Ya no hay gritos, ni golpes, ni portazos. Ya no hay llantos, lágrimas ni uñas siendo mordisqueadas. Ya no hay nerviosismo, ira, decepción. Ya no hay rabia, corazones acelerados ni arrepentimiento. Ya no hay nada. 
Paz. Y mi sonrisa. Mi sonrisa complaciente, como después de un buen orgasmo, como después de un buen descanso o como después del amargo pero excitante chocolate deslizándose y desaciéndose en mi boca.

Ya no quedan fases que explicar ni momentos que recordar. Pasamos de un simple beso a horas de pasión y sexo sin miedo. Pasamos de 0 a 100 en tan poco tiempo que casi se me juntaban uno tras otro los orgasmos y ya sabes, muy bien además, que la velocidad a mí me estimula demasiado, pero aún así... (te) has corrido, diría que de más.

Y sí, te volviste a equivocar pero esta vez no esperé, pensaba que después de esto volverías como nuevo, pero que ingénua, que enferma, que desequilibrada. Un cuerpo inerte, un cuerpo vacío de latir, sin alma ni calor no puedo volver mejor, ni mejor ni peor, por que no vuelve. Jamás.

Y aquí te tengo en mi bañera sin respiración, sin parpadeos ni estornudos, sin aire que entre y salga de tu nariz, sin suspiros que den vida a tu boca, sin tics nerviosos, sin manías... sin TI.
No sé ni que decir ahora, aunque lo mismo da, ya no vas a escuchar. Hasta ahora me intentas enervar haciéndote el sordo, bueno, ahora es como si lo fueras por que ahí dentro, de ti, no hay nada que pueda pensar, analizar y comprender. No queda nada vivo. Más o menos como siempre.

El tatuaje me pica más y más a cada mancha de sangre que intento limpiar. Tú no dices nada, duermes ya sin vida en mi bañera, esperando un nuevo destino, un nuevo lugar para yacer sin más, para permanecer hasta que tu cuerpo desaparezca en el olvido, hasta que desaparezca del estómago de todos los gusanos que se alimentarán de ti, a no ser que mueran en el mismo instante de probar tu cuerpo, que para mí ya lo fue, pero lo seguirá siendo: puro veneno.

Llevo la música a toda hostia, tus golpes contra las paredes del maletero no me dejan pensar con claridad. Quiero llevarte lejos y a la vez no quiero despegarme de ti. (¡Maldito veneno!)

La carretera abre el cielo que lloraba esta noche tal vez tu perdida física de este mundo, o tal vez la mía mental. Las nubes se dejan penetrar por el sol y poco a poco se corren, lejos, dejándo a mis ojos observar el momento de éxtasis cumbre, el momento de máxima corrida de los rayos de sol que rebotan en los cristales del vehículo.

Sonrío, por que ya...¿qué más da? No queda nada más que hacer y sonreir parece fácil desde que tú no estás cerca, desde que no estais ninguno...
Sonrío y canto alto, tan alto que a la segunda canción ya estoy afónica.

"...tu vida era la voz y ahora yo me la quito como si de una ceremonia se tratase recordando lo bonito que era vivir hasta que te escuché por primera vez..."

Ahora no hay vuelta atrás, esto ha acabado. 
Muerto el perro se acabó la rabia.

miércoles, 11 de abril de 2012

Crónica de una asesina del amor. 2º


Hablaste más claro, pero no lo suficiente. Tu tartamudeo y tu forma de balbucear no me dejaron entenderte del todo...

Día 2.

Es cierto, sí, yo empecé levantando la voz y tú continuaste. Pero es que lo odio, odio que lo hagas, odio que me grites o que no, odio que estés demasiado o que desaparezcas en el silencio de repente.
Te odio, o no.
Sí, es cierto, joder, ¡sí! Yo quería más de lo que tú deseabas, o daba más de lo que necesitabas o requería más de lo que tú estabas dispuesto a ofrecerme, lo sé.
Sé que yo era el más y tú el menos.
¿Y qué pretendías? ¿A dónde querías llegar?

Pero empecemos por el principio de esta fase:
Caricias.

Solo quise caricias de esas que empiezan con pieles distintas y acaban mezclándose tanto, saboreándose tanto que no distingues tu piel de la del otro. Quería de esas que te ponen la piel de gallina, que te obligan a punta de pistola casi, a cerrar los ojos y suspirar, a veces tan fuerte, que casi puedes oir romperse alguna que otra costilla.
Sólo quería eso... demasiado para ti, idiota de balbuceos y frases inacabadas.


Y recuerdo como si hace unos minutos lo hubiese hecho, acercarme a tu oído y susurrarte entre lágrimas, temiendo que eso fuese lo último que escuchases, o alregrándome de ello:

"Te volverás a equivocar, lo sé, lo harás, por que has nacido para
ello. Yo te esperaré, siempre, lo sé, por que he nacido para ello.
Para ti."

Recuerdo como se cerraban tus ojos poco a poco, como atardeciendo,
mientras, dentro de mí, una asesina estaba creciendo.
Esa misma noche tatué, para no olvidar jamás en lo que me había
convertido, para no olvidar jamás lo que era ahora, lo que estaba
aprendiendo a ser, lo que sería el resto de mis días, para no olvidar
nunca en lo que tú y otros tantos balbuceadores tartamudos me
habíais transformado, en mi piel...:

"Asesina de sentimientos en mi tiempo libre, creadora de ellos por oficio".

Después lloré, no puedes imaginar cuanto,
ya no pudiste oir cuanto, ya no pudiste oir nada.