viernes, 25 de febrero de 2011

Insensible.



Já! Insensible. Que gracioso, o irónico, o ambas cosas.
Insensible como el hielo que envuelve mi dormitorio,
por el cual patino cada noche junto al insomnio que no
me deja visitar a Morfeo, y que hace tiempo que se
adueñó de mi cama, de mis sábanas, empapándolas de
recuerdos, añoranza y arrepentimiento.
¡Puto innomnio!
O tal vez no sea insomnio como enfermedad que se le
conoce, pero si tiene sus mismos síntomas:
me siento un búho, un murciélago, un vampiro.
Pero yo ni siquiera salgo a cazar de noche, solo dejo
pasar las horas, las veo pasearse delante de mis ojos y
no hago más que saludarlas, con un pequeño gesto
de cabeza, y continuar ahí, sin hacer nada, pensando en
que hacer mientras no lo hago.

Creo que sí, que soy insensible, o almenos estoy en
proceso de serlo. Ya apenas siento pena, dolor, lástima,
cariño. Ya no siento ese cosquilleo en el estómago cuando
un chico me besa (tal vez eso es porque no hay un solo chico,
son demasiados labios los que me rozan que me he hecho
inmune a los besos...) y si empiezo a sentirlo, rápido desaparece
porque o no lo vuelvo a probar o acaba convirtiéndose,
el simple cosquilleo, en acidez de estómago.
Ya no tengo compasión por nadie, soy metódica y fría,
incluso a veces calculadora (y eso me aterroriza).
Desde hace un tiempo hacía acá, desde que me presentaron
al amor, que día tras día estoy dejando cada vez más de ser yo,
y me estoy convirtiendo en otra, en Insensible.
(Y cada día me gusta más ser hielo).



Hoy me descubrí un par de pecas más, para las cuales
jamás había ocupado unos minutos de mi vida en
observarlas y conocerlas. Me gustan.
Cada día conozco un nuevo trocito de mí.

De mí y solo de mí.





"Insensible me llaman a veces. Soy precavida no insensible.
Sentir siento como puede sentir cualquiera, simplemente
controlo como y cuanto hacerlo, para que esto, una vez
más, no se me vaya de las manos"



martes, 22 de febrero de 2011

Creo recordar, que me prometió ver nevar, y solo lo ví, sí, sí cuando él tocaba por y para mí.
Era entonces y solo entonces cuando corría al jardín, y con sus notas de fondo danzaba en la noche. No me importaba el frío, ni el viento cortando mis labios, ni el crepúsculo solitario y lúgubre.
Solo lo hacía cuando él tocaba, cuando él me regalaba su melodía, mí melodía.
Solo entonces volaba sin alas, arriba, tan arriba que la tierra desaparecía bajo mis pies y no podía oír más, ni ver más, ni sentir más que esa melodía.
Cuando las notas recorrían mi piel las despedidas, amargas, se convertían en emocionantes despedidas, cargadas de esperanza y futuros abrazos, los olvidos se convertían en recovecos vacíos ansiados de ser repletos de momentos, los gritos se tranformaban en risas y las lágrimas surgían solo de tanto sonreir.
Cuando escuchaba esas notas nada importaba, porque sobraba todo, porque nada faltaba.
Recuerdo que era escuchar el la menor que encabezaba la lista de sentimientos disfrazados de música y olvidarme hasta de que instrumento era el que lo vomitaba, no lo recuerdo, pero daba igual, lo importante era la danza de notas por mi espalda, subiendo por mi nuca, resvalando por mi oído.


Por aquel entonces sí que sonreía, tal vez demasiado, tal vez sonreí tanto que gasté mi cupo de sonrisas, tal vez...
Y ahora solo queda en mi memoria, en mi recuerdo, en mi paladar algunas mañanas soleadas, que sin saber por que brota de mí aquella armonía. Ahora solo queda en mí, por que de todo lo demás desapareció.

Ahora, a pesar de todo, algunas veces, aún sigo bailando bajo la nieve.

domingo, 13 de febrero de 2011

¿San? Valentín.


Querido Valentín:

(No me dirijo a tí como santo, por que dudo que de santo
tengas algo.)
Quería hacerte saber mis más enormes sentimientos de odio
y repugnancia hacia tí. Creo que eres un farsante y un metetentodo.
Me puede explicar usted, ricitos con alas ¿que coño hace liándonos,
a su voluntad, con lo bien que está uno queriendo a su madre y
adorando su propio ombligo?
Mira te voy a explicar unas cosillas, no me parece normal
(y menos de santo) ir en pañal, o calzoncillo (que no sé que es peor)
todo el día por ahí, con la permanente rizada intacta "idiotices"a
quién "idiotices" (que pareces el bueno de una película de acción
americana, que nunca le alcanzan las balas y consigue salir de un
tiroteo en medio de la gran avenida, contra 100 asesinos a sueldo
que desean acabar con su vida por una grata recompensa,
sin ser siquiera despeinado).
¿Quién te has creido que eres dando por hecho que debemos ser
"idiotizados" por que sí?
Pues no.
Es más eso debería estar prohibido (pero claro, esto es España,
o la Tierra en sí, lo prohibido es no-prohibido).
Lo que me parece usted, caballero exhibicionista es que es un
enfermo mental, que le gusta ver parejas besándose para rebajar su
pasión sexual (ya que dudo que ni pagando, alguién quiera acostarse
con un puto personaje con alas y pañal) y además, me resulta un poco
"rarito", como el típico sicópata.
Solo quiero que sepa que no sé que clase de estupefaciente mete
en las puntas acorazonadas de sus flechas, pero no me gustan
las drogas, y menos las duras, así que le agradecería, que por lo
menos a mí y a los de mi alrededor, no nos toque los huevos con las
dichosas flechitas.
Gracias.
Le puedo dar ideas para saber que hacer con ellas,
le aseguro que el culo es mejor sitio para guardarlas que su aljaba.
Solo tenía que comunicarle eso, creo, señor Valentín,
así que le dejo seguir con su obsesión por las parejas y sus dodot,
y recuerde...
de toda la vida, las flechas, sean de usted o de su puta madre, DUELEN.
(incluso algunas llegan a matar.)


Atentamente:

Una enamorada del amor.

martes, 1 de febrero de 2011

Que bien me sabe tu ausencia



(Se acabó. Ahora toca que sonrías. Sonríe, no, no es una opción,
es una orden, una obligación.)


Que buen sabor de boca tu marchar.
El no estar de tu risa en mi oído, o tus manos sobre mi piel.
La ausencia de tu mirada, de tu nariz, de tu pelo.
Que tranquilidad cuando no está tu voz,
tu recuerdo en mi cabeza gritándome.

Te has marchado, dices que para siempre, nosé si creerte,
pero ¿sabes qué?
Que me da igual.

No quiero especular, no quiero suponer, esperar, desear.
No quiero.
No voy a tomarme otro café y otro y otro,
viendo (y entristeciendo) como la nata del tuyo se esfuma,
y la taza queda helada.

Cogeré mi taza, abriré la bolsita de azúcar,
echaré su interior en mi café,
agarraré la cucharilla, PEQUEÑA, fría, METALIZADA y removeré,
mientras leo sus típicas frases que alfinal, tienen su sentido,
que me hacen pensar, como
"se necesita mucha mierda para tener ocupada la cabeza".
(¡Cuánta razón! Maldita bolsita de azúcar.)
En fin, removeré y removeré, tomaré a sorbitos mi café,
haré una mueca de felicidad al ver el tuyo enfriarse
y después marcharé, acompañada de una sonrisa
que tan solo el verte sin mí puede provocarme.
"Por dentro los sobres són todos iguales"
(Já!pero hay sobres y sobres. Sobres que por muy dulces que estén
solo por el aspecto que tienen jamás volcarías en tu café, y luego,
sobres que parece que te van a endulzar por dentro
y cuando los pruebas habían pasado de fecha y te lo amargan todo)

¿Me ves? Pues fíjate bien, porque en breves me habré convertido
en espuma de café, esa de tu taza, esa que acaba desapareciendo.
Sí que luego habrán miles de espumas más en tu café,
pero ya ninguna será como la anterior, y yo,
yo me deshago sin que me pruebes.
Tú dices que te da igual, que no te importo lo más mínimo,
nosé si creerte, pero una vez más, ¿sábes qué?
Que me da igual.

No hay mejor aperitivo que un café sola, sin tí,
sin tu ruido al absorver, sin tu mirada por encima de la taza,
sin tus manías esúpidas, sin tus dedos tocándolo todo.
No hay nada mejor al acabar que romper a pedazos el sobrecito
vacío de azúcar, guardando su consejo en mí,
pero haciendo que sea mío y de nadie más.

Y después, para bajar el café...mmmm...sin tí.
El silencio.

(La boca se me hace agua)

Que bien me sabe tu ausencia.

Y después del aperitivo... ¡A comerme el mundo!