miércoles, 11 de julio de 2012

Implosión.

           En la televisión no se hacía otra cosa que hablar sobre la noticia. Las calles se volvieron cementerios por unas horas donde el sol solitario amenzaba incesante el asfalto. En las casas ya no olía a estofado, pasta o paella, ya no se oían latas abriéndose, sillas arrastrándose o puertas chirriando. Ni un solo suspiro, ni un solo parpadeo, ni el susurro de una uña rascanda la piel. Nada. Sólo el eco de la voz de la presentadora del noticiario revotando en cada pared, en cada cristal, en cada paladar de cada persona que quedaba boquiabierta ante aquella noticia: Es el fin -decían los altavoces de la televisión- al finalizar el verano, justo el 31 de agosto el sol implosionará absorviendo así cualquier tipo de energía cercana, para después acabar entre fuego y destrucción...
         Ella siguió dibujando, escuchaba Yann Tiersen en sus auriculares y claramente de fondo el noticiario, pero no le sorprendía, no se iba a alarmar... no había porqué.

         Cayó su pincel tan rápido como pudo acabar de leer el títular de la noticia: " El sol va a implosionar. Ha llegado el fin del mundo". Sonrió y sabía muy bien porqué. No le atemorizaba para nada, siguió pintando, sabía que pasaría, debía hacerlo, era la hora, ya tocaba.
Aún sabiendo que nada de lo que hiciera tendría su eco en la eternidad ya que esta no existiría, se dispuso a preparar sus maquinas, sus tintas, sus agujas, sus bocetos, colores y cables. Minuciosamente lo guardó todo y preparó el equipaje, en poco más de veiticuatro horas debía estar a casi cuatrocientos kilómetros de su casa, en una convención de tatuadores.

          La convención de tatuadores era este mismo fin de semana, y aunque ahora un tatuaje tenía una vida de poco más de dos meses era su  cumpleaños y veitidos años no se cumplen todos los días y mucho menos ahora que el sol... Así que preparó ideas en un cuaderno sobre lo que se quería tatuar, aunque ninguún dibujo de convencía decidío llevársela a la convención.
La gente empujaba como si el fin del mundo fuese exactamente ese veitiuno de junio, atosigaban, gritaban y maldecían a quién le iba delante en las colas para perforarse o para ver los bocetos de muestra de los artistas.

          No levantó la vista de sus bocetos, nada le llamaba la atención, no había visto detenidamente ninguno que allí le ofrecían pero sabía que no eran los elegidos. Justo cuando iba por el sexto de sus bocetos: un ovni verde iluminando un faro a la orilla del mar, fijó su mirada en el suelo y vió una pegatina de un ovni muy parecido al suyo, tra ese ovni otro y tras ese otro otro... así un sendero de ovnis que sin levantar la mirada de ellos le llevaron hasta una alfombra negra. Levantó la mirada y vió decenas de bocetos colgados por todas partes y al fondo un chico de aspecto misterioro, duro y sexy que se giró a observarla nada más ella puso un pie en aquella alfombra. Cuando cruzaron las miradas la convención quedó vacía, ni gente, ni música hardcore, ni maquinas, ni olor a sangre, alcohol y tinta, ni quejas... ni luz más allá que en esa alfombra. Tal vez acababa de implosionar todo, tal vez sus miradas al encontrarse eran las culpables de ello... del fin del mundo como decía el noticiario...
De repente él se giró rapidamente, arrancó la hoja donde boceteaba y comenzó un nuevo diseño. Volvió el ruido y ella fue admirando poco a poco, como adorando, cada uno de los bocetos colgados allí, cada vez más cerca del artista. Estaba decidida a que fuera él quién hiciera algo eterno en su piel, justo cuando iba a saludarle, presentarse y enseñarle alguno de sus bocetos, él se dió la vuelta y le dijo:
- ¿Quieres ser mi lienzo y que juntos ganemos el primer premio? -Ella sólo pudo sonreir y afirmar con la cabeza. Él acarició su barbilla con un gesto cariñoso y le dijo:
- ¿Quieres saber con qué ganaremos? -Ella negó y sonrio de nuevo.
" Señoras y señores, en cinco minutos tendrá comienzo el cuarto concurso al mejor tatuaje en el escenario central".
  Él la cogió de la mano y se la llevó rápidamente, llevando en la otra mano su gran y pesada maleta de tatuador. Ella, entre el gentío no podía hacer más que mirar aquel tatuado brazo que parecía contar mil historias a pesar de ese silencio de mudo.

            La puso sobre la camilla, preparó todo lo necesario y le desabrochó lentamente la camisa mirándola a los ojos -el sol volvió a implosionar- ante la atenta mirada de todo el público.
Siete tatuadores se presentaban a concurso pero ella sentí que él era el mejor, el ganador.
Nunca nadie había tocado su piel con esa atención, ese cuidado y esa delicadeza. Después de tres horas y media finalizó y ofreció con un gesto de cortesía al lienzo humano que se observara en un gran espejo de pie que había a pocos pasos. Se levantó aún con la camisa sin abrochar y tapando sus pechos se dirigió al espejo... el rostro del público era aterrador a la ver que maravillado, cosa que agradaba a ella tanto como a él. Se puso frente al espejo y un escalofrío cayó por su nuca hasta sus muslos... Tenía la implosión del sol, el fin del mundo en su pecho, entre su gasganta y sus estómago, sobre su corazón. Un cúmulo de estrellas blancas arremolinándose en un cielo negro al rededor de un sol roto, quebrado y rojizo. Estaba tan asombrada que apenas pudo hacer más que regalarle una brillante mirada y una sonrisa, a lo que él contestó de la misma manera. Una mano agarró el brazo de ella y la hizo bajar de allí. Aquella sería la última vez que vería a su artista en mucho, mucho tiempo.

             El tatuaje se curaba correctamente y se cicatrizaba sin esperar a que el recuerdo de esas manos misteriosas en su piel se desvaneciese.



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