domingo, 25 de marzo de 2012

Crónica de una asesina del amor.


Antes de todo asegúrate de que me lo estás diciendo en un idioma que conozco, asegúrate de decirlo con claridad, si no es así...


Día 1.

Todo empezó por su culpa, joder. Yo no quería, yo quería querer, ¡já! que irónico, ¿no?
Querer... En fin, no era mi intención, mi idea era el amor, el amor a pelo, el amor sin preservativo, SIN MIEDO, sin prejuicios, sin ciudado, así sin más, el amor con todas sus letras,
sin escasear en su pronunciación, sin titubeos, sin abreviaciones, sin antibióticos.
Amor en estado puro.
Pero él...
Primero él, y luego el otro él.


Empecemos por el principio, por el comienzo de la transformación de amante a asesina. Empecemos por como cambie las ganas de besarle el pecho a la necesidad de arrancarle el corazón de él.
Empecemos por el principio: sensaciones.

Y es que en el estómago no me dejaban ni dormir, sentía una necesidad de una caricia, de un beso, de una palabra, pero él, él era mudo, sordo, ciego y sobre todo, sobre todo era inexistente, no estaba, aunque lo pareciera... ¡maldito extraterrestre!

Era una angustia constante, un mal estar, y evidentemente o era amor o tenía gastroenteritis...

Creía que debía ser la sensación más incómoda del mundo, que debía combatirla o habituarme a ella.


(Que idiota, creer que esa sensación era la peor... que idiota, creer que nadie podría hacerme sentirla más fuerte.)

jueves, 8 de marzo de 2012

Ya no.

Y aquí estoy, casi 7 o 8, tal vez más, ya nosé.
Pero aquí estoy mucho tiempo después de convertirme en esto.
Aquí estoy y no estoy, ¿puedes verme?
Ya no...
Y se escapa de mí ese aire que tiempo atrás
jamás hubiera dejado escapar,
y se resvala por mi piel esos sentimientos
que hace muchos meses hubiera exprimido.
Y aquí estoy, o no...
Ya no.
No me busques, no me vas a encontrar,
ya no existo, me esfumé con aquel amanecer,
con aquellas tardes de domingo,
con las lágrimas que rozaron mi mejilla sin piedad.
Y aquí estoy, sin estar...
Ya no.
Intento alzarme, intento caminar,
intento volver a existir, y esta vez más fuerte que nunca.
Intento que los besos me sepan a fruta,
que los abrazos me huelan a mar,
intento que las voces suenen a melodía,
que las miradas sean de colores de verdad.
Y aquí estoy, no enserio, no estoy...
Ya no.

No grites más fuerte, no puedo oirte,
da igual lo que digas, lo que digan,
no puedo moverme, no pued salir,
no puedo volar, porque necesito demasiado espacio,
necesito deshacerme primero de mi alrededor,
de este modo poder abrir las alas y alejarme.
Pero de momento, no, no puedo,
estoy demasiado atada, demasiado angustiada,
soy demasiado débil, demasiado anti-yo.
Y aquí estoy, pero no...
Ya no.

Ya no.
Ya no.
Ya no.
Tal vez ya nunca.