miércoles, 4 de mayo de 2011

Eterna como una fotografía.


Un día sin más cogió sus pertenencias y se marchó,
lejos, sin dejar rastro, sin saber a donde.
Su teléfono debió sonar cientos de veces,
porque él, todos, no dejaron de llamarla.

Pero jamás contestó.
Jamás hayaron respuesta
tras los tonos,
ni siquiera un mensaje. Nada.

Él regresó al piso de ella, allí estaban sus llaves,

no pensaba regresar.
Allí se encontraba todo como cuando ella todavía lo habitaba,
tan solo que con menos ropa, menos fotografías adornando

las paredes, menos luz, menos música, menos risas,
menos voces, menos bailes y menos bromas.

Estaba todo igual pero sin estar.
Él se sentó en su cama, perfectamente hecha
y recordó
cuantas veces estuvo sin hacer.

Miró los rayos de luz que iluminaban
algunas de las fotos
aún colgadas en su pared
y recordó cuantas veces ella
le habló sobre esas imágenes,
y recordó cuantas veces
vió las manos de ella bailar
en el aire entre esos rayos de luz,
como si de un par de
bailarinas se tratasen,
también recordó cuantas veces
ella abrió la persiana
y la ventana para darle los buenos días
al día, al sol, al cielo
y al mundo, y que pocas veces obtuvo respuesta.

Recordó las risas en la cama, los bailes debajo de las sábanas,

las conversaciones hasta tarde...
Recordó las manos de ella,
con sus uñas pintadas de rojo,
siempre abrazando una cámara.
Recordó las horas y horas que ella podía pasar sin dejar de hablar,

de bromear y de reír. Las horas que podía pasar din dejar
de
imaginar y soñar. Recordó las vueltas y vueltas por su piel,
y las que ella daba por la suya, como para,
que pasase lo que pasase,
tenerlo en la memoria para siempre,
como aprendiéndoselo.

Recordaba cuanto a ella le gustaba cantar,
y escribir e inventar.
Recordó cada una de las canciones que le regaló en conciertos
mágicos
y privados en aquel paraíso de cuatro paredes,
y lo mucho que ahora
lo valoraba y lo echaba en falta.
Recordó cada sueño que ella tenía, y cada ilusión,

que le contaba que quería cumplir.
Recordó como era tenerla a su lado, cogida de su mano
y derramó lágrimas de arrepentimiento hacia esa cobardía,

hacia esa cordura que no le dejó,
que le cegó para no hacer
alguna de aquella exquisita y
maravillosa locura que ella siempre deseó.

Recordó y recordó.

Al ver la guitarra allí, en su esquina de siempre también
recordó
las veces que la tocó para ella,
y los ojos iluminados
que ella nunca supo esconder.
Después de quedarse unos minutos en el que hasta hacia poco
había sido
su rincón, su pequeño trocito de paraíso, de cielo,
revosante de felicidad,
se acercó hacia donde ella
guardaba sus más preciados tesoros:
sus cámaras.
Abrió aquel armario y allí solo encontró una nota
junto a la cámara
más antigua y preciada que ella tenía.
Algo que quedó grabado en él eternamente.

La nota decía así:


"Lo siento. Lo siento muchísimo, jamás podré olvidarte...
te llevo en mis imágenes. ¿Has visto todo esto?
Con lo inmenso
que és ¡corre! ¡no te quedes aquí!
y llévatela a ella, para,
como yo, jamás olvidar
ni un solo instante realmente importante."





Siempre fue demasiado libre para no volar lejos.

1 comentario:

  1. Aunque no comente mucho, te leo. Pero es que creo que cualquier cosa que diga sobra.

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