lunes, 11 de octubre de 2010

No somos más.


Como una sonata.

Fluye y discurre entre nota y nota,
Entre pentagramas y claves de sol:
La vida.
Las bajas y altas notas,
Los sostenidos, los bemoles,
las negritas, las blancas.

Somos tan diferentes, pero tan similares.
Intentamos todos ser distintos,
Pero seguimos las mismas líneas.

Pretendemos sonar desiaguales,
marcar un momento, una situación,
Hacer eterno nuestro recuerdo siendo radicales,
Siendo despares, siendo especiales.

Pero acabamos como todos,
Simplemente sonando, y punto.
Tal vez más agudos, tan vez más graves,
Tal vez más clásicos o tal vez más modernos,
Pero alfin y alcabo, sonamos, solo eso.

Y cuando acabamos nuestra melodía
Solo queda el recuerdo,
El silvido incontrolable de alguien que nos escuchó,
O alguna estrofa pegadiza tatareada desde el paladar
De alguien que creyó que cambiariamos el rumbo,
Que inventariamos notas y tonos,
Pero que al final acabó solo, acompañado, irremediablemente,
Tan solo de ese sueño, de esa esperanza.

No somos nada, nada más que una sonata.

Como la que puede crear una bandada de pájaros,
Que cansados de volar y no llegar a ningún sitio
Se posan sobre un pentagrama de cables de luz,
Formando así alguna maravillosa,
Pero a la vez, bulgar, melodía.

No somos más que el rastro de una obra de música,
Que uno de los elementos que hace que suene.

No somo más que la banda sonora de lo que llamamos vida.

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